martes, 4 de mayo de 2010

FANATISMO Y RELIGIÓN: Libros prohibidos. Primer Conversatorio 2010 - 8 de Abril

Darwin, el evolucionismo y los orígenes del fundamentalismo protestante

Por Juan Fonseca

Uno de los fenómenos más interesantes en la historia religiosa contemporáneo ha sido el surgimiento y desarrollo del fundamentalismo evangélico. En esta ponencia analizaré brevemente la relación entre la aparición y difusión de las ideas evolucionistas con los orígenes del fundamentalismo en Estados Unidos.

La defensa del Libro sagrado: el surgimiento del fundamentalismo

A diferencia del catolicismo, la relación entre el protestantismo y la ciencia no fue tan tirante a lo largo de la historia de Occidente, al menos hasta el siglo XVIII. Incluso podríamos afirmar que el sentido crítico e individualista que le imprimió el protestantismo a la modernidad europea y norteamericana contribuyó al desarrollo de la mentalidad científica en esos espacios. ¿Qué ocurrió en el mundo protestante para que eso cambiara?

Todo empezó en el siglo XIX. En primer lugar, el avance de la modernidad permitió la elaboración de sus grandes discursos y utopías (Hegel), así como también la incursión de -utilizando la categoría de Paul Ricoeur- los sistemas filosóficos de la “sospecha”: el marxismo, el psicoanálisis y el existencialismo nietzcheano. En segundo lugar, el avance de la industrialización, creó las condiciones para el desarrollo del urbanismo y, por efectos de la capitalización del tiempo, propició la obstaculización de las actividades religiosas. De esa manera, se pusieron las bases de la secularización en el mundo anglosajón. A diferencia del mundo latino católico, donde la secularización fue generalmente fruto de cruentas luchas políticas por el control simbólico del Estado; en el mundo anglosajón protestante fue más bien el fruto previsible de complejos procesos de transformación cultural.

Frente a ello, las iglesias protestantes establecidas, respondieron de una manera comprensiva. Por un lado, la teología se hizo más liberal y abierto a la crítica científica y la piedad se hizo más social. Las llamadas “mainline churches” respondieron de esa manera ante la crítica racionalista, el avance científico y la descristianización de la cultura. Sin embargo, siguiendo la vieja tradición protestante de los revivals, luego de la Guerra Civil, la Norteamérica rural reaccionó. A diferencia de los antiguos revivals, que por lo general afectaron a la piedad individual y reanimaron la vida interna de las iglesias, los revivals decimonónicos tuvieron el efecto de reanimar la militancia del protestantismo conservador frente a lo que consideraban la descristianización del mundo que conocían. Así surgió el fundamentalismo protestante de procedencia norteamericana.

Es importante entender este contexto para explicar, al menos en parte, las características de la reacción protestante ante el evolucionismo. Asimismo, para comprender la importancia que tuvo la “batalla evolucionista” en el nacimiento del fundamentalismo protestante contemporáneo.

Por otro lado, es interesante comprender la naturaleza librocéntrica del protestantismo. Pero dicho rasgo no se presentó de la misma manera en Europa y Estados Unidos. En la tradición europea diversos factores culturales e históricos forjaron un protestantismo de librocentrismo abierto: no existió un fundamentalismo europero. En cambio, en Estados Unidos, en especial en el sur, hubo un librocentrismo cerrado. El Sola Scriptura luterano fue convertido en el Estados Unidos sureño en un monolibrismo y, mucho más aun, una bibliolatría . En los pequeños towns del oeste y el sur norteamericanos, todo se interpretaba a partir de la Biblia. No había otro libro que leer. El Libro desapareció a los libros, y se convirtió en un icono que pocos comprendían pero que todos recitaban. La bibliolatría devino en literalismo porque no existían elementos críticos para comprender un texto tan simple pero a la vez complejo como la Biblia. Así, el fundamentalismo nació y creció como producto de un proceso de una extremización del bibliocentrismo protestante.

La batalla alrededor de los textos de Darwin

En 1859, Charles Darwin publicó su famoso texto “El origen de las especies”. Para ser honestos con la historia, la reacción protestante ante ese hecho no fue unánime . En primer lugar, la reacción en Europa fue inmediata, mientras que la norteamericana fue posterior a la Guerra Civil. En segundo lugar, a diferencia de cierta opinión generalizada, no todos los protestantes se ofendieron ante los postulados del texto. Por el contrario, hubo un importante sector que se acomodó muy bien ante el evolucionismo.

Para los protestantes pre-fundamentalistas, la ciencia no era un peligro, porque se entendía que todo descubrimiento científico, si cumplía con los estándares de prolijidad y autenticidad de la ciencia, debía necesariamente confirmar la veracidad de la visión bíblica del mundo. Por ello, cuando apareció la propuesta de Darwin, se la consideró una teoría acientífica sin mucho sustento; una especulación que, cuando se enfrentara a la evidencia científica, se desmoronaría. Por ello, al menos hasta la década de 1870, los protestantes norteamericanos no le dieron mucha importancia a Darwin. Además, los clérigos y teólogos contemporizadores con la ciencia, se tranquilizaban con la idea de que, aunque el resto del mundo animado e inanimado sea producto de la evolución, el hombre seguía siendo una criatura con características singulares; es decir, él era la única criatura creada directamente por Dios. Es que Darwin había sido cuidadoso, hasta ese momento, con aplicar el modelo evolucionista al ser humano . Claro que en 1871, todo cambió.

En las décadas previas, las publicaciones científicas precursoras del evolucionismo darwiniano ya habían abonado el terreno para la formulación del evolucionismo. Cuando Charles Lyell publicó sus Principios de Geología (1830-1833), en los que establecía que la Tierra se había formado a través de un largo proceso de millones de años, la actitud de la mayoría de clérigos y teólogos protestantes fue el acomodamiento. Surgió entonces la interpretación de que la creación había que entenderla de manera alegórica aunque sin negar la realidad de la acción providencial. Es una opinión que hasta ahora predomina entre los evangélicos moderados: los seis días representan en realidad millones de años, pues pueden establecerse paralelos entre la progresión que ha establecido la ciencia en el desarrollo geológico y biológico, con la progresión de la creación.

Frente al creciente consenso científico hacia a favor del evolucionismo, los protestantes tenían dos alternativas: modificar la comprensión de la doctrina cristiana en deferencia con la ciencia o demostrar la incompatibilidad fundamental –ya no sobre el método de experimentación científica baconiano sino sobre la base exclusiva de la Teología- entre el darwinismo y las bases de la fe cristiana. Se utilizaron argumentos relacionados con la dignidad intrínseca del ser humano como imagen de Dios y la contradicción entre el esquema de evolución espiritual y la doctrina cristiana sobre el estado inicial de perfección del ser humano.

Por un lado, la actitud contemporizadora se notó en personajes como Henry Ward Beecher, famoso predicador congregacionalista, quien intentó establecer un punto de convergencia entre los planteamientos cristianos y científicos de esta manera: Dios es el único quien ha establecido el proceso de evolución, lo puso en marcha, lo guía y lo gobierna. A partir de ello, se crearon interesantes reflexiones sobre la presencia constante de Dios en la naturaleza, sosteniendo la vida y dando origen a nuevas formas. Por otra parte, también se configuró una forma de “evolucionismo espiritual”, al intentar mostrar que cuanto más evolucionado está el hombre, su desarrollo espiritual también es mayor. Según Beecher, el pecado era un conflicto entre la naturaleza más baja del ser humano y la más elevada .

Los protestantes moderados, adoptaron un modelo teísta, en el que la mano de Dios todavía tenía alguna acción. Ello se sostenía en el hecho de que, hasta ese momento, la comunidad científica no aceptaba plenamente todavía la hipótesis de la selección natural como mecanismo de evolución. Entonces, una de las respuestas de los evolucionistas cristianos fue el abandono de las nociones de providencia específica por la de providencia general: Dios actúa a través de las leyes naturales que él mismo ha creado, en lugar de hacerlo de manera específica o esporádica.

A pesar de estos esfuerzos de conciliación, un gran sector se opuso firmemente a la teoría evolucionista. No solamente los clérigos, sino también la gran masa de fieles mantuvo una actitud hostil hacia el evolucionismo. Para los cristianos más conservadores, el evolucionismo negaba la religión cristiana, la Biblia y a Cristo. Apenas un año después de la publicación del Origen de la especies, ocurrió el famoso debate en Oxford entre el científico Thomas Huxley y el obispo anglicano Samuel Wilberforce. Se cuenta que allí, en un momento cumbre del debate, el obispo le dijo a Huxley que si, a través de su padre y su madre, se declaraba descendiente de un mono. Huxley le respondió que no le avergonzaría en tener a un mono como antecesor, pero sí de estar relacionado con un hombre que utiliza sus grandes dotes para obscurecer la verdad .

Así, la crítica cristiana al evolucionismo empezó al interior de las grandes iglesias protestantes, preocupadas por los efectos que dicha propuesta tendría en la credibilidad de la Biblia. Y allí radica un punto central de nuestra reflexión. El protestantismo es una religión letrada; una religión sustentada en un libro. El hecho de sentir que el corpus básico sobre el cual se centraba la fe protestante, debió atizar el encono del ala más conservadora del protestantismo contra el evolucionismo.

Luego, cuando en 1871, Darwin publicó The Descent of man (El origen del hombre), los temores de los teólogos y clérigos se confirmaron. Darwin afirmaba que las capacidades más características del ser humano, incluyendo su espiritualidad, había sido producto de la evolución biológica. Incluso los protestantes moderados pensaron que el negar la naturaleza espiritual intrínseca del ser humano era un ataque a la centralidad de Dios. Para los biblistas y teólogos conservadores que rechazaron el evolucionismo, se atrincheron en una postura de irreductibilidad bíblica que, por primera vez en la historia del pensamiento protestante, rechazó parte del corpus del pensamiento científico. No pensemos que fue una crítica caótica y elemental. Los primeros fundamentalistas hicieron un notable esfuerzo teológico y diríamos hasta racional por sustentar lógicamente la imposibilidad de reconciliación entre el evolucionismo y el cristianismo. Benjamin Warfield, uno de los adalides del fundamentalismo originario, fue preciso en distinguir que la evolución no implicaba necesariamente la afirmación de un antinaturalismo esencial .

El problema es que esto, con el paso del tiempo y la popularización de las ideas, terminó reduciéndose a una desconfianza religiosa hacia todo lo científico y un desdén de lo científico hacia lo religioso. Asimismo, como lo postula George Marsden, la confluencia de dos grandes tradiciones teológicas en Norteamérica –el milenarismo y el escolasticismo protestante- influyeron decisivamente en la aspiración evangélica por crear un cristianismo racional y científico. Cuando el evolucionismo derribó esa posibilidad, los fundamentalistas siguieron afirmando la “inerrancia” bíblica incluso sobre temas científicos, lo que los puso totalmente en contra de la hegemonía que el discurso científico ya había logrado en la sociedad.

Pero, la batalla contra la evolución no fue la única que reanimó a las fuerzas conservadoras en la Norteamérica protestante. En las últimas décadas del siglo XIX, empezó a llegar y a establecerse en los seminarios y universidades norteamericanas un nuevo método exegético creado en los centros teológicos alemanes: la Alta Crítica. Esto fue considerado un nuevo atentado contra los fundamentos de la fe .

Así, el evolucionismo darwinista y la teología liberal a fines del siglo XIX fueron dos de los movimientos de ideas que provocaron, junto a otros factores sociales y culturales que no nos corresponde analizar, el surgimiento y desarrollo del fundamentalismo en los Estados Unidos, un fenómeno que luego llegó también a nuestros países latinoamericanos.

La lucha postrera entre creacionismo y evolucionismo

En Estados Unidos, en especial en el sur -bastión conservador hasta hoy-, la guerra contra el evolucionismo continuó hasta la década de 1920 . Incluso en la publicación de The Fundamentals (1910-1915), la gran declaración de principios del fundamentalismo, hubo varios artículos dedicados a combatir el pensamiento evolucionista. Luego, recordemos el famoso proceso contra John Scopes en 1925, en el que se puso en evidencia la enorme vitalidad del antievolucionismo en Estados Unidos. En esa década, más de 15 estados norteamericanos tenían leyes que prohibían la enseñanza de la evolución en la escuela.

Luego de las décadas de 1960 y 1970, la mayoría de esas leyes fueron declaradas inconstitucionales, aunque ello no significó el fin del debate. Incluso hasta hoy el rechazo hacia el evolucionismo sigue siendo muy fuerte. En una encuesta Gallup del 2004, el 45 % de los norteamericanos sigue creyendo en el creacionismo y solo un 13 % en un evolucionismo puro . Este dato, en la nación más poderosa del planeta, muestra que el fundamentalismo como fenómeno cultural y social tiene todavía una extraordinaria vitalidad, ante la cual es importante siempre estar atentos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario